FUTBOL CALLEJERO
Las calles de un barrio chosicano llamado "El Rímac", eran el escenario perfecto para grandes jornadas peloteras entre dos rivales de siempre: "Progreso" versus "El Triunfo", nombres que identificaban la procedencia o la calle donde vivían los cracks de cada equipo.
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Cada tarde, sobre todo en tiempos de vacaciones escolares, cuatro chiquillos se encontraban en la esquina que une a ambas vías para hablar sobre la superioridad futbolística de sus respectivos equipos cuando se enfrentaban en los festivales deportivos que antaño se hacían en ese pueblo los fines de semana, en un improvisado campo deportivo frente a la gruta de la patrona religiosa del pueblo: la Virgen de Lourdes, ubicada en la plaza principal del barrio ubicado en la ribera del río Rímac.
Y como ninguno de los bandos quería ser menos que el otro, entonces no había mejor forma que despejar las dudas jugando un partidito. ¡Adrenalínico!, más adelante se sabrá porqué.
Así, "Progreso" estaba conformado por Edgar y Anselmo, mientras que el otro equipo, de "El Triunfo", lo conformaban los hermanos Lizardo e Ítalo.
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Todo siempre estaba dispuesto. La cancha era la calle, con una longitud de 50 metros, aproximadamente. Los parantes de los arcos eran la fachada de una casa y un poste de alumbrado público. Solo faltaba una pelota, implemento deportivo (así sea desinflado) siempre había en casa. Eran tiempos donde no existía la Internet ni los videojuegos.
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Y siempre se jugaba al acecho, pensando en el escape; por eso eran partidos adrenalínicos: por el lógico ímpetu de ganar el encuentro, pero también por la expectativa de fugar, pues los dueños de los "exclusivos palcos" (casas), en lugar de aplaudir a esas fulgurantes estrellas futbolísticas, les mojaban la cancha, poniéndolas barrosas, les quitaban la pelota o los expulsaban de sus respectivos patios exigiendo (con todo derecho) vivir con tranquilidad o que le paguen el precio de un vidrio roto de sus ventanas o puertas adonde fue a parar más de una vez algún pelotazo propio del juego ¿A eso le llamaban jugar en pared?
Como cada partido era muy reñido y ningún rival era doblegado, futbolísticamente hablando, el encuentro no podía detenerse. Más aún si no había tiempo límite. Los partidos acababan cuando se ocultaba el Sol, por el llamado de papá o mamá o, generalmente, cuando los dueños de cada casa que ocupaba el "campo deportivo" regaba su patio con bastante agua. Aunque varias veces disfrutaron mucho jugando en una cancha fangosa. Esos choques eran de otro nivel.
Entonces, el escenario real (no había 3D en esos tiempos) tomaba mágicamente la forma de L. Una mitad del campo en una calle, y la otra, doblando la esquina; siempre y cuando esté seca o que la casa nunca haya sufrido algún pelotazo en la puerta o ventana. Los jugadores ya sabían la hora cuando sus "víctimas" no estaban en su casa para poder jugar con libertad.
Las esquinas eran un buen bloque defensivo. Delantero que se escapan rumbo al arco se topaba con el defensor que estaba volteando (literalmente) la cancha. En ocasiones, algún carro que pasaba por la vía deportiva y servía como escudo de ataque para llegar al terreno rival.
De esos partidos callejeros, todos esos peloteros pasaron a formar parte de la plantilla del club de futbol del barrio en la Liga Distrital de Chosica, celebrando campeonatos y destacando cada uno en sus respectivos puestos: Anselmo en el arco, el cerebral Lizardo en la volante, Italo en la punta derecha y Edgar en la punta izquierda.
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Pasadas casi cinco décadas de tales correrías, esas calles ahora lucen casas de más de dos pisos, algunos patios son parqueos de modernos carros o mototaxis; y los postes de luz, que servían para los arcos, siguen ahí. Cada noche se encienden iluminando el pasar del tiempo y alumbrando los recuerdos del antaño paso de aquellos cracks que ahora lucen varios kilos demás, muchas canas y poco pelo, pero siempre demostrando su calidad futbolística, su pasión por el futbol y por el querido barrio que los vio nacer y crecer.
Foto: Google Maps |
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