MI PADRINO Y LA ESCUELA DEL BARRIO

Chosica es un valle interandino ubicado al este de Lima, a casi una hora de viaje por carretera, si el tráfico actual lo permite. Con un clima esplendoroso de sol radiante en la mayor parte del año, razón por la cual se le conoce como la ciudad de “La villa del Sol”; y por su ubicación estratégica de conexión con la Sierra Central del país es llamada también como “La portada de los Andes”.

En ese distrito limeño, conformado mayoritariamente por migrantes provincianos, hay un barrio chico, un pueblo joven, como se les decía antes, llamado “El Rímac”. “El Rico Rímac” para sus orgullosos habitantes, porque era -o es- un pueblo envalentonado, pechador, pujante, progresista, trabajador, y sobre todo, alegre, fiestero y bohemio.

El barrio Rímac se creó entre fines de los 50 e inicios de los 60, como muchos de los pueblos urbanos de esa época que rodearon la capital del país, como parte del proceso de cholificación que empezó a impactar en Lima.

El Rímac estaba conformado por unas cien viviendas o familias (socios se llamaban) distribuidas en unas tres calles y siete manzanas. Luego de invadir y tomar posesión de un terreno que pertenecía a la Universidad Nacional de Educación La Cantuta, sus habitantes fueron progresando rápidamente. De chozas hechas con esteras pasaron a tener sus casas de material noble y gestionaron las instalaciones de alumbrado público, de luz y agua y desagüe para sus casas.

Sus fundadores, unidos en una especie de hermandad provinciana, fueron tan ambiciosos que decidieron tener su propio reservorio de agua, siendo uno de los pocos pueblos de Chosica en tener una infraestructura de este tipo, y más aún, gestionada por ellos mismos.

Y tal parece que los valores estratégicos que querían dejar a las futuras generaciones estaban asociados a la autorrealización y la fe. Quizá por ello sus calles tienen los nombres de “El Progreso”, “El Triunfo”, “Real”, “Cantuta”, “El Milagro” y “Paraíso”.

Pero la visión estratégica de los fundadores estaba centrada también en la construcción de un colegio donde podían educar a sus hijos, pues sabían que con una buena educación se podría construir el progreso. Y con esa idea se pusieron a trabajar día y noche, para construir su propio colegio, sin esperar las voluntades burocráticas del Estado.

Enclavado en el único espacio sin pendiente, entre el río Rímac (“El Río Hablador”) y los predios de la Universidad Nacional de Educación “Enrique Guzmán y Valle – La Cantuta” y en las extensiones de la falda del imponente cerro Talcomachay, está la sede del Colegio Primario N° 1195, que ahora lleva el nombre del poeta trujillano César Vallejo.
Siguiendo las costumbres traídas desde sus tierras originarias, los pobladores rimenses empezaron a trabajar en la modalidad de faenas comunales, de día y de noche, donde todos tenían que poner las manos, así como se ven en estas fotos. Incluso alumbrándose con lámparas.




En aquellas faenas comunitarias todos participaban, algunos con sus herramientas y conocimientos en construcción, y las mujeres, preparando sanguches, café o refrescos para las agotadoras jornadas de trabajo, tal como se aprecian en las escenas inferiores de este párrafo. La olla común era la provisión frecuente de alimentación en esas intensas y entusiastas jornadas colectivas.





En aquellos tiempos, el Perú era gobernado por Fernando Belaunde Terry, quien ganó las elecciones con Acción Popular, y como parte de su plan de gobierno implementó el Sistema Nacional de Cooperación Popular, con el cual impulsaron las construcciones escolares (ver cartel en la foto).




Al respecto, el periodista Jano Montoya (Diario del País, Lima, 2012) afirma que: “La ‘minka’, palabra quechua, es una antigua tradición de trabajo comunitario para obtener el bien común de sus pobladores. En el Perú era una práctica muy arraigada en el hombre andino. Debido a la gran migración hacia las ciudades de la costa, esta tradición migró con ella”.

Quienes pasaron por las aulas del Colegio 1195 deben recordar que en la fachada de ingreso había una plaquita de color blanco con letras negras donde se leía la frase: “El pueblo lo hizo”, con lo cual se dejaba constancia de que esa obra de infraestructura educativa efectivamente había sido construida, literalmente, por las manos y herramientas de los propios pobladores del barrio Rímac, conocido también como el barrio de “Las Latas”, porque -según refieren algunos exalumnos de la UNE La Cantuta de esa época- las primeras casas estaban hechas de latas y calaminas viejas, pero eso no fue óbice para expresar su amabilidad y hospitalidad.

En ese contexto social y político, un grupo de estudiantes de dicha casa de estudios superiores realizaban acciones de proyección social, acercándose a las comunidades aledañas. Y las más cercana era el barrio Rímac.

En la UNE La Cantuta, que en 1955 se denominaba Escuela Normal Superior “Enrique Guzmán y Valle”, predominaban las ideas progresistas y democráticas. Muchos de los estudiantes normalistas estaban identificados con los ideales propugnados por el Frente Nacional de Juventudes Democráticas, con el que Belaunde Terry había postulado a la Presidencia de la República en las elecciones de 1956.

Así fue que un grupo de activos normalistas, futuros profesores (antes se llamaban preceptores), se acercaron a los dirigentes del naciente barrio Rímac. El trabajo de proyección comunitaria universitario iba de la mano con el trabajo político propio de esa época. En ese contexto, surge el liderazgo del profesor Carlo Magno Bazán Terán, un estudiante nacido en Cajamarca, comprometido con el progreso social, y miembro prominente del movimiento Acción Universitaria Revolucionaria (AUR), conformado por militantes y simpatizantes de Acción Popular.

"Nosotros, con lampas, barretas y carretillas, iniciamos la construcción de un local escolar en el barrio Rímac o 'Las Latas' con el apoyo de algunos vecinos y con la oposición de otros. Al fin, el entusiasmo pudo más que la indiferencia y hubo más participación del vecindario. Y en este contexto jugó un papel muy importante la familia Palomino. Aquí también recuerdo el rol de mis compañeros estudiantes, entre los cuales estaba Alejandro Caballero, con quien los populistas ganamos las elecciones de la Federación de Estudiantes de la UNE", recuerda Carlo Magno Bazán.

Asimismo, añade que para esta obra de infraestructura escolar el Sistema de Cooperación Popular apoyó con maquinarias, asesoría técnica y materiales de construcción; ello como parte de la política educativa del plan de gobierno de Belaunde Terry llamada "La educación al encuentro del educando".

Lo primero que hizo Carlo Magno Bazán fue ponerse en contacto con los dirigentes rimenses. Su primer enlace fue don Pedro Pumacayo (QEPD), cusqueño de nacimiento, trabajador público y de carácter muy jovial, similar al del profesor Bazán. Juntos impulsaron la creación de un Comité de Base de Acción Popular en ese pueblo, y fue en la casa de don Teodoro Palomino Gutiérrez (QEPD), ubicada en la esquina de la calle Triunfo, aquella que da directo a la gruta de la Virgen de Lourdes en la plaza principal del pueblo.



Pero también se juntó con otros líderes barriales como Francisco Moreno y Godofreda Mallqui Pajuelo (QEPD), una joven lideresa huanuqueña casada con Ildefonso Palomino Gutiérrez (QEPD), obrero electricista ayacuchano, y otros representantes del barrio para empezar un importante trabajo social y político. Fue así como surgió el anhelo y la necesidad de tener un colegio en el barrio. Para tal efecto, el profesor Bazán impulsó, orientó y ayudo a realizar las gestiones ante las autoridades de Cooperación Popular, a finde hacer realidad el más caro sueño de los visionarios pobladores rimenses.

El Colegio 1195 fue construido en la única parte plana pegada al río Rímac, donde desembocaban las calles de ese pequeño barrio. Los pobladores acompañados de sus hijos trabajaban los días sábados, domingos y feriados, en faenas o minkas que eran jornadas de alegría e integración familiar. Hubo que realizar trabajos de aplanamiento del terreno que por ese entonces cobijaba rocas y sedimentos que el bravo caudal del río Rímac había depositado en el lugar en su paso por muchos años.



El trabajo universitario y político de los estudiantes cantuteños de aquel entonces se mimetizó con las costumbres y tradiciones de los pobladores rimenses. En ese contexto, se fue construyendo una relación de amistad y de familiaridad espiritual entre el profesor Bazán y el hogar formado por don Ildefonso Palomino y doña Godofreda Mallqui, de cuyo último hijo, Edgar Palomino Mallqui (*), fue padrino de bautizo junto con la profesora Elba Chang Díaz, también estudiante cantuteña de esa generación.



Hoy, enero de 2020, don Carlo Magno Bazán Terán vive en su tierra natal, Cajamarca, donde desempeñó su labor docente en colegios de esa ciudad (ahora jubilado), ocupó altos cargos directivos en el sector Educación y en su región, siempre fiel a sus ideales de Acción Popular, del cual también fue prominente líder regional.

En la foto, el profesor Bazán en las cumbres del Cumbemayo de Cajamarca.

Actualización al 3 de febrero de 2024:

En comunicación vía chat de wasap (tiempos modernos, le dicen), el profesor Carlo Magno Bazán le envió su testimonio recordatorio al autor de esta crónica. A través de esas líneas, recuerda a "Chosica, la fábrica La Papelera y el Barrio Las Latas". 

Viaja en el tiempo y se ve en un "espacio abierto y pedregoso", refiriéndose al Rímac. Luego, añade: "Un grupo de Cantutos unidos por ideales comunes en Cooperación Popular Universitaria, con herramientas en las manos y corazones dispuestos a encontrar vidas activas, recorrimos esa calle que da directo al río, subiendo está Pedro Pumacayo; al otro lado, están los hermanos Palomino (Ildefonso y Teodoro), amables y cariñosos".

Asimismo, cuenta que "las mujeres, niños, jóvenes y ancianos, todos con entusiasmo, desean colaborar con la construcción del colegio y en hacer mejoras en las viviendas. Empezamos con alegría, cada uno con su herramienta: barretas, palanas y carretillas. Primero, nivelamos el suelo por la parte de adelante, luego abrimos las zanjas, siguiendo los trazos de improvisados arquitectos, nadie era ingeniero, pero esas líneas eran de los futuros maestros de las aulas que aspirábamos construir". También recuerda que "el vecino (Pancho) Moreno era uno de los críticos de la obra, pero luego pasó a ser un buen colaborador".

Llegó un momento que faltaban recursos para conseguir los materiales: cemento, fierro y lo indispensable. Frente a ese obstáculo, los entusiastas pobladores y la orientación de "Los Cantutos" (en palabras de Bazán) lograron consolidar un liderazgo en busca del bien común. Se convocó a una reunión del pueblo donde se anunció el apoyo de un Club Social de Chosica que ofreció cemento en barriles y varillas de fierro.

Con lucidez y memoria de gran maestro, Bazán recuerda: "El entusiasmo creció, surgieron amistades sólidas entre los pobladores y "Los Cantutos" comprometidos con la identidad del proyecto. La familia Palomino Mallqui me invitó a ser padrino de un niño nacido en el barrio, compromiso que acepté gustosamente y al que también se sumó con alegría la compañera Elba Chang. Recuerdo la ceremonia de bautizo en la pileta de la iglesia principal de Chosica. Ese día, el muchachito (autor de la crónica) en mis brazos y todo el grupo estuvimos bien vestidos ante el altar. En ceremonia especial, el niño quedó bautizado con el nombre de Edgar Palomino Mallqui".

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*  Edgar Palomino Mallqui, educador y periodista. Autor de esta crónica. 
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NdE:
Esta crónica pretende ser un homenaje al profesor Carlo Magno Bazán Terán así como a loa fundadores y primeros pobladores del barrio "Rímac" de Chosica, tierra natal del autor.

Lo relatado en estas líneas proviene de fuentes directas, historias que el autor recogió en su niñez y adolescencia cuando vivía en dicho lugar. Sería muy bueno que la historia se amplíe contando con fuentes documentarias para determinar con exactitud las fechas y lugares. Se pide disculpas por las omisiones involuntarias de nombres de muchos otros pobladores que contribuyeron al crecimiento del Rímac.


Las fotografías corresponden al archivo personal del profesor Carlo Magno Bazán Terán.

Comentarios

  1. Excelente crónica. Te felicito Edgar. Que hermoso recuerdo.

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    1. Gracias por tu comentario. Aun falta mucho más que contar de ese memorable barrio.

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  2. Bonitos recuerdos de mi niñez quien también particito en la construcción del mencionado colegio felicitaciones a los forjadores de este reportaje saludos

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    1. Ahí están las fotos. Es colegio fue construido con las manos de adultos, jóvenes y niños. Gracias por tu comentario. Aun falta mucho más que contar de ese memorable barrio.

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