CRÓNICA DE UNA ENFERMEDAD CRÓNICA
CRÓNICA DE UNA ENFERMEDAD CRÓNICA (*)
Todo
estaba dispuesto para pasar la Nochebuena de diciembre 2018 en un clima de amor
y unión familiar como lo viven cada día muchas familias, respetando y
cumpliendo las tradiciones culturales para estas efemérides mundiales.
El
primer fin de semana de ese mes, junto con Marielli, mi hija, habíamos adornado
la casa con las luces, el árbol nuevo, más grande que años anteriores, y el
nacimiento. Todo quedó bacán desde una vista estética. Solo quedaba
esperar la llegada del Niño Jesús para celebrar estrechándonos en un solo
abrazo en familia, deseándonos lo mejor de lo mejor.
Como
parte de las tradiciones, el primer minuto del 25 de diciembre debimos estar en
casa de su abuela donde se sirve la más deliciosa y aromática taza de chocolate
y una tajada -grande- de panetón (¡algunos que le untan mantequilla!), y
después vendría el brindis con una copa de champán, vino, pisco o lo que se usa
según la costumbre de cada familia; esto es infaltable como lo es también la
oración por el nacimiento de Jesús y el deseo de unión y bienestar de tooooda
la familia.
Por
esos días, bordeando la quincena de diciembre, también en la oficina, comentábamos
los planes y las costumbres para las fiestas de Navidad y de Año Nuevo. Varios coincidíamos
en que la Navidad se recibe en casa y el Año Nuevo, con los amigos en una
fiesta con buena comida y bastante bebida espirituosa para levantar los ánimos,
aquella "que cura las heridas por dentro" y que “mata las penas”.
Los
noticieros matutinos de la televisión local ya presentaban algunas notas ligeras
y coloridas sobre gastronomía navideña y las prendas de la suerte para recibir
el nuevo año, alimentando así los ánimos para tales celebraciones.
Así
es casi siempre, todos esperamos con ansias esas festividades, pues no podemos
negar que nos gusta tener a la familia unida para siempre y todos tenemos
legítimos deseos de mejoría y superación cada año. Es lo justo.
Vale
decir que el augurio más importante es de tener siempre buena salud, porque
"si no hay buena salud, no hay nada" y "porque con salud se
puede todo".
Los
relojes marcaban las 7:15 p.m. del miércoles 19 de diciembre de 2018 y en la
oficina de redacción solo estábamos uno cuantos colegas terminando la jornada
pensando en culminar las tareas con eficiencia y no dejar pendientes.
Fue
en ese instante que me acerco al escritorio de un colega para revisar un texto
corporativo. Cuando tuve en frente la pantalla del computador experimenté un
ligero calorcito acompañado de un cierto dolor a la altura del occipital que
iba pasando por el parietal y temporal del lado izquierdo. De inmediato opté
por cerrar los ojos y sentarme cabizbajo en una silla que estaba cerca, tomándome
la frente con la mano derecha y el codo apoyado sobre mi muslo, pues eso me
daba seguridad, pero no me quitaba esa fuerte sensación de vértigo y mareo que
me estaba afectando.
Luego
de unos largos segundos en esa misma posición abrí los ojos, miré nuevamente la
pantalla del monitor y al techo de la oficina, y todo me daba vueltas. En ese
instante me di cuenta que este episodio era algo más serio que un simple mareo
y empecé a preocuparme, sin abrir los ojos completamente para tratar de
controlar el estrés y el temor por esa extraña sensación en mi cabeza.
El
mundo da vueltas todos los días, pero esta vez parecía que se venía sobre mi
cabeza.
En
simultáneo, me vinieron pensamientos: ¿Y ahora, qué hago? ¿Cómo me voy a mi
casa con un tráfico tan letal de casi dos horas en el bus? ¿Cómo cierro mi
cajón del escritorio y cómo hago para apagar mi PC? ¿Y el trabajo? ¡Pucha,
que roche que te vean enfermo! pero en el fondo pensaba en que ojala este
episodio solo sea un dolor de cabeza propio del trabajo o de los achaques de un
"tío" de 55 años de edad o el bochorno propio de los primeros días
del verano que se asomaba por Lima.
Pero
el mareo se hacía más intenso, el bochorno también, a lo cual se sumó una
sensación de náusea.
Marco,
el joven redactor que me acompañó de cerca en esos trances, con sabia calma me
preguntaba si me sentía mal. Al ver mi real condición y darse cuenta que
no podía pararme de la silla por mi propia voluntad llamó al jefe, Manuel,
experimentado periodista de varias jornadas noticiosas, quien con mucha
serenidad dispuso que llamen al médico ocupacional por ser este un tema de competencia
asistencial. Y así fue.
Llegó
Betsy, una joven médico ocupacional (cuya especialidad yo desconocía), quien -luego
me contó- en el momento que la llamaron para atenderme ese día estaba a punto
de retirarse a su casa. Estaba cerrando los cajones de su escritorio para salir
cuando sonó el teléfono marcado desde nuestra oficina de redacción. Ella subió
de inmediato y llegó oportunamente.
Estoy
convencido de que si no hubiera sido por esta intervención en una situación así,
realmente no hubiera podido escribir estas líneas ni recordar cada momento que
ahora estoy describiendo.
Lo
primero que hizo Betsy fue medirme la presión. Para ese momento, los otros
colegas de trabajo se habían reunido alrededor de donde estaba yo sentado para
expresar su preocupación y esperando alguna indicación a fin de actuar con
premura solidaria. "Hmmmm, tiene la presión muy alta. Tenemos que llevarlo
al hospital más cercano, urgente. Pidamos un taxi, aquí no hay
ambulancia", le escuché decir a Betsy, con tono de preocupación. Ahí mis
pensamientos cambiaron de inmediato: ¿Y cómo aviso de esto a mi familia sin
causarles preocupación? ¿Qué me harán en el hospital? ¿Qué tan grave será lo
que tengo? ¿Me operarán del cerebro? ¿Me abrirán la cabeza, se enterarán de mis
pensamientos, verán mis memorias? y ¿Podré volver a caminar o a trabajar?,
entre otros pensamientos de tipo existencial.
La medicina ocupacional
Es
muy importante que las organizaciones o instituciones cuenten con un servicio o
un médico ocupacional dentro de sus unidades orgánicas, pues con ello no solo
se presta atención en casos de urgencia o emergencia al personal sino
también se desarrollan planes de atención preventiva de forma periódica al
interior de la organización, según me contó Betsy.
En
esta tarea, el equipo médico y los trabajadores sociales del Servicio
Social tienen un rol imprescindible, dentro de los nuevos enfoques en la
gestión del desarrollo humano.
En
mi caso, la intervención oportuna me llevó a una atención de mayor complejidad
en el hospital Edgardo Rebagliati de EsSalud, ubicado en Jesús María.
Antes
de abordar el taxi de auxilio, la sensación de nauseas se hizo más intensa y me
vino el primer vómito. Aun consciente, pedí una bolsa de plástico para no
ensuciar el piso de la oficina. Fui al baño en una silla de ruedas para
ejecutar la evacuación.
Un
lapso de 30 minutos aproximadamente tomó el trayecto desde el distrito de
Magdalena, donde está mi centro de labores, hasta el citado nosocomio.
Freddy,
nuestro incansable camarógrafo todo terreno, me ayudó a subir en el asiento
posterior del taxi mientras Betsy iba en el asiento del copiloto haciendo las
coordinaciones pertinentes.
A
medida que pasaban los minutos, sentía que las fuerzas se me acababan mientras
mi temor se incrementaba. Estaba asustado, más aún cuando en el trayecto del
trabajo al hospital tuve que vomitar como en seis oportunidades. El abrazo de
Freddy y sus palabras de serenidad me dieron el soporte físico y emocional que
una persona requiere en esos momentos de alta angustia y estrés.
Mientras
tanto, aun me quedaban algunas ideas claras. Tenía que avisar a casa, pero yo
no lo podía hacer por la condición en la que estaba. Betsy si lo hizo de forma
expeditiva, para ello le di el número de Mary, mi esposa, quien al recibir la
noticia quedó muy asustada. Luego, por el auricular, con respiración profunda,
me preguntó: "¿Edgar, qué te pasó?, háblame". Solo atiné a decirle
que todo estaba controlado y que la doctora de mi trabajo me estaba llevando de
urgencia al hospital para que me revisen por unos mareos que tuve.
Traté
de transmitirle serenidad, pero yo sabía que eso no la tranquilizaría hasta que
me vea personalmente. Así que quedamos en tener una cita -esta vez no
romántica- en el hospital.
En
la emergencia del hospital tuve que esperar bastante, pues, como sabemos, estos
servicios siempre están abarrotados por casos de urgencia y emergencias. Mi
cuadro clínico era una emergencia, tal como lo constató el médico que me
recibió. No tenía fiebre, pero si mareos y vómitos. El dolor o calor en la
cabeza persistía y yo no podía mantenerme firmemente en pie. Tampoco perdía el
conocimiento.
Llegó
Mary al hospital y luego de atravesar el rígido control de vigilancia,
incluyendo tranqueras y severos guardias, se acercó adonde yo estaba. Con voz
temblorosa y sollozante, me hacía preguntas para evitar que me duerma y
constatar que aún estaba consciente.
Vino
un médico joven a controlar mis signos vitales y a efectuar las pruebas
clínicas de señales neurológicas. Me tomó la presión arterial y mis valores
arrojaron cifras mayores a 180, lo que acrecentó la alerta. Acto seguido, abrió
mis párpados y vio que mis ojos estaban desorientados.
En
ese momento dijo que probablemente yo estaba sufriendo un infarto. Esto provocó
mayor preocupación y angustia a Mary, que en ese momento ya estaba acompañada
de Javier, mi cuñado. El médico me administró un fármaco para controlar las
náuseas y me colocó una pastilla debajo de la lengua.
El
doctor joven se aprestaba a darme los auxilios propios de una emergencia
aparentemente neurológica o cardíaca. El diagnóstico en ese instante aún era
presuntivo, incluso se pensó que podría tratarse de un síndrome vestibular
agudo.
Mientras
se llenaban los formularios, fichas de atención y órdenes para los exámenes
complementarios, un médico adulto (con rostro de carga negativa) le dice al
médico joven que atienda a otros pacientes. En esas circunstancias se produjo
esta discusión:
Médico joven.- Doctor, pero estoy atendiendo a este
paciente (por mí), y al parecer está teniendo un infarto.
Médico adulto.- Oye, pero tú eres un médico nuevo. Yo
tengo casi 20 años aquí y veo a unos diez pacientes a la vez, ¡y yo solo…!
Javier,
mi cuñado, al ver esta discusión en pleno Servicio de Emergencia y delante de
todos los pacientes y familiares angustiados, les hizo ver que ese tema y el
lugar no eran pertinentes para una conversación de ese tipo. El médico adulto
optó por llevarlo al médico joven a otra sala contigua, lo cual ponía en riesgo
mi estado y el de los otros pacientes.
Ante
ello, Javier se tomó de coraje e ingresó a dicha sala de discusión. Les llamó
la atención a los dos galenos recriminándoles su negativa conducta que no se
condice con el juramento hipocrático. Así fue que Javier regresó con el médico
joven y lo trajo tomándolo del brazo para que me siga atendiendo.
El
galeno joven dispuso que me hagan una tomografía de cerebro y que me quede internado
para observación. Luego del examen, ya en una camilla hospitalaria me ubicaron
en un pasadizo junto con otros pacientes a la espera de una cama de
hospitalización, lo cual era muy difícil conseguir a esa hora y por la alta
demanda de atención en este hospital que es un centro de referencia nacional.
Solo quedaba esperar los resultados de los análisis de sangre y de la
tomografía.
Recuerdo
que desperté en la camilla ubicada en el pasadizo con una sensación de haber
dormido dos días seguidos. Voltee a la derecha y vi a otros pacientes en fila
en ese mismo ambiente. Yo estaba solo, porque en esos lugares se restringe la
presencia de familiares. Pregunté a la enfermera de turno por la fecha y la
hora. Y me dijo que eran las 2 de la mañana del jueves 20 de diciembre de 2018.
“Oh, estoy vivo”, pensé y tomé conciencia de mi situación
Desperté
algo mareado y con cierta debilidad en el brazo y pierna izquierda. Será un
adormecimiento porque dormí con mala postura, pensé. Aún tenía puesta la ropa
con la que estaba el día anterior.
Me
volví a quedar dormido. Estaba cansado. Sabía que no podía ver a mis familiares
en ese ambiente asistencial de régimen restringido.
Al
amanecer, me colocaron la bata hospitalaria y el personal de enfermería empezó
a medir mis signos vitales, incluyendo medición de la glucosa, puesto que en el
primer análisis efectuado en emergencia el resultado indicaba que mis niveles
de glucosa bordeaban las 200 líneas.
Esos
resultados (presión alta, glucosa elevada y quizá también el colesterol y
triglicéridos en incremento) hicieron sospechar de un cuadro clínico asociado a
un infarto cerebral provocado por la diabetes y la hipertensión.
Con
el pasar de las horas y días, ya en cama del hospital, el diagnóstico fue más
claro: se trataba de un infarto cerebeloso isquémico (no hemorrágico), lado
izquierdo, a nivel del ventrículo de dicho órgano.
Navidad hospitalaria
Y
todo lo planeado para la Navidad tuvo que cancelarse. Nada de chocolate, nada
de pavo, nada de panetón, Y nada de brindis.
Sería
la Navidad más triste de estos últimos tiempos. Aunque varios años antes me
tocó pasar Navidad en la Maternidad de Lima, en más de un ocasión, pero por
trabajo periodístico, cubriendo la noticia del nacimiento del primer bebé de la
Navidad, que es como una tradición periodística de esas fechas.
La
noche del 24 de diciembre, Mary y yo, empezamos a trazar un plan para recibir
la Navidad en familia, es decir, junto con nuestra hija, Marielli. Eso tiene un
mensaje: pase lo que pase, la familia debe estar unida siempre, más aun en los
momentos de mayor angustia o adversidad.
La
intención de estar juntos en ese momento y el plan en construcción le dio un
toque de aventura a la situación, casi adrenalínica, pues había que burlar la
severa guardia del piso hospitalario, que a las 8 pm empezó a retirar a las
visitas revisando cada habitación. El pase permanente de visita es válido solo
para un acompañante.
Qué
triste habría sido que Mary o Marielli tendrían que salir para pasar la
Nochebuena en la calle, en solitario.
Mary
rezaba ante la cruz que había en la habitación, pidiendo que se ablanden los
corazones de los vigilantes y de las enfermeras de turno. Y tal parece que dio
resultado, pues el personal de enfermería organizó un pequeño ágape en la sala
de espera del piso, reuniendo a todos los pacientes hospitalizados con
capacidad de movilización y sus acompañantes. Una reunión muy significativa,
muy fraterna y solidaria. Experiencia inolvidable.
Luego
de esa reunión, y con autorización del personal de turno, lo tres compartimos
la habitación, incómodos, pero juntos después de todo.
Posteriormente
a esas celebraciones, desde aquellos días tomé conciencia de ser un paciente
diabético, ya que así lo indicaban los primeros exámenes practicados.
Tras
unos diez días de internamiento, el sábado 30 de diciembre me dieron de alta
con indicaciones para tomar medicinas y el cuidado en la casa. Pasó casi una
semana y el viernes 4 de enero de 2019 sentí un ligero malestar en la cabeza y
un poco de mareos. Siguiendo el consejo de los doctores, a las 11 de la noche de
ese día fui a la emergencia del hospital nuevamente. Me evaluaron clínicamente
y dispusieron que me hagan una nueva tomografía de cerebro, a las 6 de la
mañana del sábado 5 de enero.
El
neurólogo de turno vio las placas y observó unas manchitas blancas de tamaño
microscópico que revelaban un ligero sangrado, lo cual cambiaba el diagnóstico
inicial: ahora se trataba de un infarto de cerebelo isquémico con
transformación hemorrágica, muy leve afortunadamente. Esto obligó a una nueva
hospitalización hasta el 15 de enero.
Ahora,
por indicación de los especialistas, mi vida ha cambiado. Pertenezco al club de
persona dulces (sabía que tenía algo de encanto y dulzura en mi sangre), tengo
valores asociados a la diabetes, una enfermedad crónica y asesina silenciosa
que afecta a varios órganos, e incluso, puede provocar accidentes cerebro
vasculares (ACV), como fue mi caso.
Tomo
medicación para controlar la glucosa, constantemente me miden la presión arterial
y glucosa en casa (tareas a cargo de Marielli, mi futura médico) y tengo una dieta
estricta con baja carga de sal y sin azúcar, rica en fibras y verduras y como tres
raciones de frutas al día.
Este
ACV me provocó una ligera falta de coordinación en la marcha con la pierna izquierda y
una ligera dismetría en el brazo izquierdo, condiciones que estoy superando
ahora gracias a las sesiones de rehabilitación de terapia física que exigen
mucha paciencia y fuerza de voluntad.
No es contagioso, pero
también afecta a la familia
Estoy
convencido que cuando ocurre el diagnóstico de una enfermedad crónica la familia
también se enferma. No solo experimenta la angustia de la emergencia y el
alejamiento por la hospitalización, sino también tiene que vivir y compartir las
exigencias de una persona con una enfermedad de largo trance.
El
entorno familiar constituye un factor fundamental para el cuidado y/o
recuperación eficiente de las personas afectadas con una enfermedad crónica
como la diabetes. En este caso, los cambios en los hábitos de consumo y dieta
no solo están referidos al paciente, también involucran a la familia.
¿Fue por estrés?
En
medio de la incertidumbre y la angustia por un cuadro clínico de un ACV, el
entono cercano, con muy buena fe, tiende a otorgar calidad de factores de
riesgo a diversas situaciones o conductas del paciente:"Quizá fue el estrés en
el trabajo, es un esclavo, lo explotan". "Quizá hubo una fuerte discusión
familiar, su esposa o su hija le hicieron renegar..."
"O
quizá le ocurrió eso porque está un poco alejado de Dios ¡Pecador!" O también
porque "se golpeó la cabeza cuando era niño". O, "Este siempre ha sido medio loco…" ¡Noooo! nada de eso.
Afortunadamente,
los exámenes de radiodiagnóstico cerebral (TAC, RM y AngioTEM) arrojaron que no
tenía tumores, malformaciones o aneurismas
Lo
cierto es que, tras mirar en retrospectiva cercana a ese primer episodio, meses
antes, abusé de productos azucarados, harina, pastas, barras energéticas,
refrescos “naturales”, gaseosas “Light” y grasas. Es decir, yo había estado
consumiendo casi todo lo que no debe comer una persona con altos índices de
glucosa en la sangre y nunca había tomado medicamentos para controlarlo. Tal
parece que esos factores de riesgo ayudaron a pintar mi cuadro clínico.
Ahora comprendo mejor la importancia de los octógonos en los alimentos procesados.
Ahora comprendo mejor la importancia de los octógonos en los alimentos procesados.
Tras
hablar sobre esta enfermedad con mis familiares y amigos coetáneos, y otros un
poco más jóvenes, me entero que varios de ellos también la padecen, lo cual es
preocupante, ya que esta enfermedad no transmisible (ENT) tiene cara de seguir
incrementando sus tasas de morbilidad en el país.
Según la
Organización Panamericana de la Salud (OPS), “En el Perú, más del 50% de la
carga de enfermedades está asociadas a las ENT. Estas enfermedades afectan a
todos los grupos de edad y representan un grupo heterogéneo de dolencias, las
cuatro principales son: enfermedades cardiovasculares, cáncer, diabetes y
enfermedades respiratorias crónicas”. (https://bit.ly/2H61gPp)
Cabe indicar que sus factores de riesgo son generalmente
prevenibles: consumo de tabaco y excesivo de alcohol, dieta alimentaria poco
saludable y vida sedentaria.
Y
yo que pensaba que estaba libre de este mal, ya que hago mis pichangas por dos
horas intensas semanalmente, troto o camino. Evitar el sedentarismo no es suficiente.
Esta
enfermedad metabólica crónica se caracteriza por los
altos niveles de glucosa en la sangre, relacionada “con una deficiencia
absoluta o relativa de la producción y/o de la acción de la insulina”.
De los tres tipos de diabetes (1, 2 y gestacional). La de tipo 2
es la más común, y representa aproximadamente del 85% a 90% de todos los casos. (https://bit.ly/2QYROj6)
De
acuerdo con información oficial, el Ministerio de Salud (Minsa) registró más de
8 mil casos entre enero y junio de 2017. (https://bit.ly/2VlxzgZ)
Los
especialistas aconsejan tener en cuenta las siguientes señales de alerta para
la diabetes: sentir adormecimientos o calambres en las
piernas o sienten que las plantas de los pies les queman, entre otras.
Además, recomiendan que las personas mayores de 40 años deben
hacerse un chequeo de glucosa, y más aún si tienen obesidad, hipertensión o
antecedentes familiares. Asimismo, es importante cambiar de alimentación y
evitar la obesidad.
Como coinciden muchos especialistas, en las dietas no se trata de
llegar a extremos de prohibirse consumir algunos alimentos. La clave está en el
equilibrio. Todo en exceso hace daño.
Tú decides
En estos días, dos meses y medio después de mi primer episodio de ACV,
escribo estas líneas, algo aliviado, ¡Ufff…!
Pienso en que la suerte me ayudó para que la zona afectada no haya
abarcado las áreas cerebrales encargadas de los procesos psicológicos y cognitivos:
del pensamiento, la memoria y el habla.
Si esto te sirve de consejo, te sugiero que tengas una dieta saludable,
hacerte un chequeo médico periódico y tomar los medicamentos que te indique el
especialista y practicar actividad física con frecuencia.
No esperes a que te ocurra alguna emergencia con tu salud para comprender
la importancia de cuidarnos cuando estamos sanos.
A mí me tocó pasar la Navidad en el hospital, pero sé que hay
muchas personas que se han perdido muchas celebraciones familiares, ya sea por estar
hospitalizados (que es muy deprimente) o porque una enfermedad les hizo viajar
a otra vida mejor.
Ya te avisé. La decisión es tuya, solo tuya.
(*) Edgar Palomino Mallqui
Periodista
(*) Edgar Palomino Mallqui
Periodista
Mi estimado Edgar, al leer tu Crónica, nos hace reflexionar cuan importante es actuar de manera preventiva. Un motivo para reflexionar sobre la salud y una experiencia de vida que nos recuerda la importancia de la familia.
ResponderBorrarMuy bien dicho.
BorrarBrother, tu buen escrito relata de modo muy preciso y vivencial los angustiantes momentos que viviste, los cuales ya son un recuerdo, aunque no dejan de ser una alerta... Te felicito porque a tus líneas has sabido cargarles el sentimiento familiar, la nostalgia religiosa, la debida prevención en salud y sabios consejos para los cincuentones. Estoy muy feliz que estés recuperado y cuidándote, pues fui testigo de cómo sobrellevaste este episodio como un valiente, y nuevamente has triunfado. ¡Ah, sigue escribiendo ps! Entonces... ¿con qué puedes brindar?
ResponderBorrarEdgar ue un deleite leerte difrute tu texto y a la vez lamente y me conmoviste.Es bueno saber que hoy estas completamente recuperado listo para seuir breandoen la vida.Lamento quede vas a tener que privarte de algunos placeres de la vida llamada gula,ella es implacable con el cuerpo que lo abusa pero si se trata de salud no importa habrá que hacero.Edgar escribi 2 textos antes de esto pero como soy terca y analfabeta funcional cibernetica estoy haciendo el Tercer comentario esperando que este si se conserve.saludo el trabajo valiente y unido de toda la familia que siempre estara contigo en las malas y en las buenas.Solo me queda desearte siempre buena salud y mucha productividad profesional que estan garantizados gracias a ese gran cerebro y talento comunicador que tienes.sigue escribiendo salud preventiva los enfermos te lo agradecemos
ResponderBorrarLa gran medicina herbal del Dr. imoloa es la cura perfecta para el virus del VIH, me diagnosticaron VIH durante 8 años, y todos los días siempre busco investigaciones para encontrar la manera perfecta de deshacerme de esta terrible enfermedad porque siempre sé que lo que lo necesitamos porque nuestra salud está en la tierra. Entonces, en mi búsqueda en Internet vi varios testimonios sobre cómo el Dr. imoloa puede curar el VIH con poderosas medicinas a base de hierbas. Decidí ponerme en contacto con este hombre, lo contacté para obtener medicamentos a base de hierbas que recibí a través del servicio de mensajería de DHL. Y me guió cómo. Le pedí una solución para tomar medicamentos a base de hierbas durante dos semanas. Y luego me indicó que fuera a comprobar lo que estaba haciendo. Mírame (VIH NEGATIVO). Gracias a Dios por el Dr. Imoloa por usar un poderoso remedio herbal para curarme. también tiene cura para enfermedades como la enfermedad de Parkison, cáncer de vagina, epilepsia, trastornos de ansiedad, enfermedades autoinmunes, dolor de espalda, esguinces, trastorno bipolar, tumores cerebrales, malignos, bruxismo, bulimia, enfermedad del disco cervical, enfermedad cardiovascular, enfermedad cardiovascular, esguinces, trastorno bipolar, tumores cerebrales, maligno, bruxismo, bulimia, enfermedad del disco cervical, enfermedad cardiovascular, enfermedad cardiovascular, esguinces, trastorno bipolar, tumores cerebrales, maligno, bruxismo, bulimia, enfermedad del disco cervical, enfermedad cardiovascular, enfermedades respiratorias crónicas, mental y trastornos del comportamiento, fibrosis quística, hipertensión, diabetes, asma, artritis autoinmune. Enfermedad renal crónica, artritis, dolor de espalda, impotencia, espectro de alcohol feta, trastornos distímicos, eccema, cáncer de piel, tuberculosis, síndrome de fatiga crónica, estreñimiento, enfermedad inflamatoria intestinal, cáncer de huesos, cáncer de pulmón, llagas en la boca, cáncer oral, dolor corporal, fiebre, hepatitis ABC, sífilis, diarrea, enfermedad de Huntington, acné de espalda, insuficiencia renal crónica, enfermedad de Addison, enfermedad crónica, enfermedad de Crohn, fibrosis quística, fibromialgia, enfermedad inflamatoria intestinal, enfermedad micótica de las uñas, parálisis, enfermedad de Celia, linfoma, depresión mayor , Melanoma maligno, manía, melorreostosis, enfermedad de Meniere, mucopolisacaridosis, esclerosis múltiple, distrofia muscular, artritis reumatoide, enfermedad de Alzheimer email- drimolaherbalmademedicine@gmail.com / o {whatssapp .. + 2347081986098} sitio web ------- http / www.drimolaherbalmademedicine.wordpress.com
ResponderBorrarMi nombre es Donald boykins y estoy aquí para agradecer al Dr. Akhigbe por usar su medicina herbal para curar mi virus del herpes. Hace como 3 años y 6 meses que he estado viviendo con este virus y ha sido un problema grave para mi, estaba tan confundido porque he estado tomando varios medicamentos para curarme pero todo mi esfuerzo fue en vano, una mañana Estaba navegando por Internet, luego vi varios testimonios sobre el Dr. Akhigbe curando a personas del virus del herpes e inmediatamente me comuniqué con el Dr. Akhigbe en su correo electrónico: drrealakhigbe@gmail.com, le hablé de mis problemas y él me dijo que debía curarme, me dio unas instrucciones y las seguí correctamente. así que preparó una medicina herbal y me la envió que usé durante 2 semanas y me curé todo fue como un sueño para mí y mi virus del herpes desapareció por completo, Dr.Akhigbe, Dios lo bendiga y le dé más poder y habilidad No sé si hay alguien que sufra por el virus del herpes o alguna de estas enfermedades ... DIABETES, CÁNCER, VIH / SIDA, HERPES HEPATITIS AY B. FIEBRE, EPILEPSIA, MENINGITIS, DENGUE ESQUIZOFRENIA, PRÓSTATA , Tiroides, Bacterias, Paludismo, Agrandamiento de Penes y Pechos, Esclerosis Múltiple, TUBERCULOSIS, DIARREA, POLIO, BAJA PRESIÓN ARTERIAL, INSOMNIA, ARMA, LUPUS, RABIA, DOLOR DE ARTICULACIONES, DOLOR DE ESTÓMAGO, HIPERONIA, CORAZON EPILEPSIA, LUPUS, ACV, LESIÓN DE LA MÉDULA ESPINAL, ECZEMA, ENFERMEDAD RENAL, ACME, KAWASAKI, DOLOR DE ESPALDA, etc., ¿por qué no se comunica con el Dr.Akhigbe hoy y se libra de sus enfermedades porque es un médico muy bueno y honesto? también llamado el padrino de la raíz herbal contáctelo por correo electrónico; drrealakhigbe@gmail.com o whatsApp al +2348025012866
ResponderBorrarsitio web https: drrealakhigbe.weebly.com